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domingo, 4 de abril de 2010

Niños, futuro, y niños otra vez.

Qué manía tiene la gente con envidiar a los niños por su inocencia. La única razón lógica y lo bastante fuerte como para profesar envidia -y yo la siento- hacia un crío, es su tamaño. Sería fantástico poder subirse uno a su vitrocerámica de cinco metros de largo y verter aceite de la botella de diez litros sobre la sartén que se necesitan las dos manos para transportar. Por no hablar de dormir en una cama gigante o, lo mejor de todo, cruzar el umbral de una puerta, mirar para arriba, y sentirse abarcado por el quicio. Qué sensación debe de ser... una pena que cuando tenemos el tamaño para vivirla, carezcamos de la conciencia para disfrutarla.

Y viceversa.

2 comentarios:

  1. Bueno...algunos seguimos viendo el umbral de las cosas de ese tamaño...

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  2. Jajaja algunos han crecido horizontalmente en vez de verticalmente y utilizan gafas más largas que ellos mismos xD

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